sábado, 4 de abril de 2009

LOS TRANSEÚNTES

Era tarde y mi mamá estaba en la cocina, mi hermana arreglaba su mochila, mi hermano gritaba, mi papá arreglaba el alféizar y yo estaba susurrando una canción mientras miraba apoyada en la puerta que da a la calle.

Solo sentía mi canto y miraba el hermoso pórtico de la iglesia. Luego fijé la mirada en una pequeña casa de la cual salió un fastidiado hombre. Eran tres… pero sólo dos conversaban a excepción de uno que recién se estaba reponiendo. Se le notaba, porque parecía triste y un poco enfermo.

Se acercaban los hombres y caminaban rápidamente y yo sólo los miraba de reojo, porque no me gusta mirar a los ojos a gente que no conozco. Se podrían impacientar y venir a decirme algo.

Las noches anteriores habían ocurrido varias cosas extrañas en la cuadra. Por ejemplo: La señora de al lado se accidentó y quedó inconsciente. Todos los vecinos se comportaban diferentes. Estaban muy asustados.

Los hombres estaban cada vez más cerca, los transeúntes y yo queríamos saber si eran los malhechores que rondaban por ahí esos días, así que entré para escuchar de qué hablaban.

- ¡Pero Águila! -Tú sabes que perdimos el remate - dijo Brian (el Conejo).
-Ya sé… no necesito que me lo repitas – masculló Águila -
-Sam perdió. El arma que quería la vendieron a $ 300.000 y el apenas propuso
$ 100 000.
- Cállense de una vez – dijo Sam - no ven que alguien puede escuchar. Ahora hay que robar el plasma de la otra cuadra. Con ella y el cuadro que robamos de la exhibición de ayer podrán comprarse sus armas.

Yo me sobresalté, tenía que hacer algo. Tenía que seguirlos. Era muy arriesgado, me podría costar la vida.

Ya había salido de la casa. No había vuelta atrás. Si seguía, podría conseguir pillarlos obviamente llamando a la policía, ¿Pero devolverme?
¡IMPOSIBLE!
Si echaba marcha atrás me verían y ahí estaría acabada. Así que seguí escuchando, pero ahora desde más cerca.

- ¿ Dónde podremos escondernos para no ser vistos ?
- Entramos, saltamos la muralla y nos escondemos en el patio, luego entramos a la casa y cuando salgamos lo hacemos por el alféizar – dijo el Conejo.
- Buena idea – aprobó Sam.
Los seguí.
Vi que los tres bandidos se agazapaban en el patio; cómo entraban y salían con el plasma.
- Tenemos que aprontarnos urgentemente al auto – dijo Sam.
Yo había comprobado lo que quería.
Ahora sólo restaba llamar a la policía.

Me sería muy difícil, porque me podrían escuchar; así que esperé a que se fueran, no del todo, porque o si no, no me serviría de nada llamar a los carabineros. Sólo quería que se alejaran un poco. Cuando llamé vinieron de inmediato. No era la imagen que tenía de ellos, pero bueno era mejor para mí.

Así pillaron a los ladrones y se los llevaron por dos años 2/4 a la cárcel. Eso no me gustó mucho, porque quería que estuvieran más tiempo, pero al menos no me vieron nunca y hasta el día de hoy no he vuelto a tener problemas de robos en mi vecindario.


Rocío Josefina Witto Espinoza
5º B 2009

Profesora: Carolina Arévalo

viernes, 20 de marzo de 2009

Un Sueño Interminable

Un Joven caminaba por el bosque con su hermana pequeña buscando el medallón de su hermana. Iban caminando y de pronto, su hermana se pierde y él empieza a buscar y se encuentra con un portal mágico. Él, pensando que su hermana está ahí, lo cruza, y se da cuenta que este era un sueño ya vivido. Allí él escuchaba voces de su hermanita pidiendo ayuda, no sabe qué hacer, todo es blanco, solo ve lo poco que queda del portal! Desesperado, ve el portal y corre para poder pasarlo, lo pasa y cerrándose el portal escucha: “lo encontré, hermano” y cada vez menos hasta que se cierra el portal y la niña queda adentro en el sueño de él y desde entonces él la ve siempre en sus sueños con el medallón.

Felipe Zavala Zárate
8°C, 2009
Colegio Alemán de Valparaíso

miércoles, 18 de marzo de 2009

La Tragedia del Campesino

Andaba yo en mi moto por aquella inmensa ciudad, llena de torres y edificios enormes. Todo ahí parecía ser más grande de lo que en realidad era. Llevaba bajo el brazo el peluche que le llevaba a Margarita, mi hija, por su cumpleaños. Paré en un café y prendí un fósforo para encender un cigarrillo, me tomé el café, me fumé el cigarrillo y me fui.
Fue así como imaginaba que sería mi vida si yo fuera un habitante más de la gran ciudad, hasta que recordé alimentar al conejito que llevaba en las alforjas de mi caballo. Seguí mi camino evitando los enormes pinos que se encontraban en el bosque, cuando de la nada, se detiene mi caballo. Y es que un poquito más allá, ¡se quemaba parte de mi campo!
Elvira Martel, 8º C
2009
Técnica: Montaje

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